Desembarco de Inmigrantes en Cuarentena

Por María Teresa Biaggioni

Antes de convertir en Nación a esta extensa, despoblada y bendita tierra, las políticas migratorias fueron una preocupación constante. Es así que el 4 de septiembre de 1812, Chiclana, Pueyrredón y Rivadavia, integrantes del Triunvirato, firman el primer decreto de fomento de la inmigración, que comienza diciendo: “Siendo la población el principio de la industria y el fundamento de la felicidad de los estados, y conviniendo promoverla en estos países por todos los medios posibles, ha acordado el gobierno expedir y publicar el siguiente Decreto: El gobierno ofrece su inmediata protección a los individuos de todas las naciones y a sus familias que deseen fijar su domicilio en el territorio del Estado asegurando el pleno goce de los derechos del hombre en sociedad con tal de que no perturbe la tranquilidad pública y respete las leyes del país…….”, posteriormente, por Decreto Nº 21.430 de 1949 se establece el 4 de setiembre como Día del Inmigrante.

Desde entonces se veía la necesidad de poblar tan vasto territorio, para lo cual no se contaba con la cantidad necesaria de individuos que quisieran trasladarse a otros puntos de Argentina. Surgen así nuevas leyes y decretos que protegen el ingreso de todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino, tal como quedó definitivamente plasmado en nuestra Constitución Nacional.

Así también comenzaron a surgir las empresas colonizadoras que ofrecían terrenos aptos, herramientas y animales necesarios para comenzar una nueva vida, desde la ilusión que ofrecían las propagandas tan prometedoras e importantes, más aún teniendo en cuenta que Europa en general se encontraba abatida por convulsiones políticas, entre otras cosas.

Una vez contactados y dispuestos, los futuros inmigrantes debían recorrer extensos caminos en carro y en tren, para poder llegar, desde sus pueblos de origen, hasta el embarque, donde se registraban sus datos y se les permitía el ascenso a los grandes vapores, en los cuales vivían verdaderas penurias, viajando en tercera clase, soportando tormentas que tantas veces los desviaban hacia otros puertos, comiendo y descansando mal, pero consientes de que peor sería continuar inmersos en esa situación de pobreza que pretendían dejar.

Luego de un viaje de aproximadamente treinta días, llegaban por fin al futuro soñado. Solo debían desembarcar y recomenzar con sus vidas, pero lo que no sabían es que no todos podrían lograrlo porque, en realidad, una junta establecida a tal efecto, visitaba cada barco que llegaba a los fines de verificar la documentación que se les exigía y realizar un control sanitario a bordo, mediante el cual determinaban quien podía descender ya que la legislación prohibía el ingreso de inválidos, dementes, sexagenarios o afectados de enfermedades contagiosas.

En este último caso, en el momento de ser detectado se declaraba al vapor en cuarentena y no se autorizaba el descenso de ningún pasajero. Desde la segunda mitad del siglo XIX, se los trasladaba a la isla Martín García, otrora escenario de históricos combates por la libertad, donde se establecieron complejos hospitalarios. También tenían hornos crematorios donde, presuntamente, se incineraban los muertos que habían padecido la enfermedad.

Posteriormente, por decisión de Domingo Faustino Sarmiento, funcionó allí el centro hospitalario conocido como LAZARETO CUARENTENARIO cuyo primer director fue el doctor Luis Agote, organizado durante las continuas epidemias, fundamentalmente las de cólera y de fiebre amarilla.

El 13 de agosto de 1884, el presidente Julio A. Roca firma un decreto la creación de una comisión permanente, denominada Junta Central de Lazaretos, que tenía a su cargo adoptar las medidas necesarias, conducentes a impedir el desarrollo y propagación de enfermedades epidémicas, principalmente en el de la isla Martín García, que contaba con una capacidad de tres mil inmigrantes, amueblado debidamente, con aparatos de desinfección, un generador de vapor, dos cámaras centrífugas y dos de desecación especial, sumando a ello todos los recursos científicos aconsejables.


Fuentes:
http://www.argentinaturistica.com/informa/basmitislamgarcia.htm  

http://www.faggella.com.ar/isla/intro.html 
http://www.jehpba.com.ar/revista2/peque%F1ashist/05hoteldeim.htm


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